Pagar impuestos ¿para qué?

Lamentablemente, para las finanzas públicas existen prácticas y estrategias que buscan hacer trampa o sacar beneficios para evitar el pago de impuestos. Se inventan conceptos y juegos de palabras que pretenden justificar comportamientos de corrupción o malos manejos financieros. Los eufemismos como “contabilidad extracontable” pretenden esconder ciertas trampas.

Los casos de corrupción son tan grandes y escandalosos que parece que pagar impuestos no ayuda a una sociedad y en cambio enriquece a servidores públicos de todos los niveles. A México le cuesta 100,000 millones de dólares al año la corrupción. De la misma manera las devoluciones de impuestos a grandes corporativos afecta directamente las arcas públicas en beneficio de muy muy pocos. En México se dejan de cobrar alrededor de 1.2 billones de pesos, anualmente. Esto parece sintomático en el mundo occidental, los paraísos fiscales lo confirman.

El concepto de “contabilidad extracontable” lo ha usado un político español en un juicio en su contra para evitar usar las palabras “doble contabilidad” que de inmediato lo imputarían en un caso de corrupción sistemática.

Un enriquecimiento inexplicable, como muchos otros, que a vistas de todo mundo se hizo pagando favores a privados con contratos públicos. Práctica muy conocida en México. La justificación de este enriquecimiento la explica a través de contratos de compra-vanta de arte. Un mercado altamente lucrativo y no regulado. Pero que claramente se está utilizando falsamente para justificar entradas de dinero muy grandes.

Bajo este paisaje es imposible confiar en que los jóvenes que ingresan al mundo laboral consideren como una responsabilidad valiosa darse de alta en hacienda, pagar impuestos de manera directa y contribuir a los beneficios públicos que traerían las finanzas públicas de un país.

Enfrentarse al SAT para muchos jóvenes parece una montaña imposible de escalar por culpa de la corrupción y manipulación de las finanzas públicas. El acto de contribuir voluntariamente debería ser un acto casi de honor de contribución al bienestar social.

La pregunta es ¿Cómo sanar la percepción del contribuyente joven en medio de la enorme corrupción? ¿Cómo educar a los jóvenes para que sepan que los beneficios sociales son importantes y hay que contribuir? Hasta que la imagen de la corrupción galopante no se inhiba, nadie confiará en las finanzas públicas tan necesarias para una vida en bien común. Los eufemismos parece que nos gobiernan.

El-gusto-por-el-dinero-II

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