Y vino el esperado golpe de Trump: primero simuló estar abierto a un renegociación del TLCAN, pero lo que quiere realmente es partir en dos el tratado: uno con México y otro con Canadá:

  • Tal y como habíamos previsto en entregas anteriores, la actual administración estadounidense no es confiable por razones de hegemonía. Su conducta reciente es parte de una estrategia neoimperial que bien se conjuga con la sociopsicopatía de Donald Trump. Esa trama de poder ahora es constatable desde el momento en el que el secretario de Comercio de Estados Unidos, Wilbur Ross, advirtió en una entrevista reciente, como no queriendo la cosa, que su país buscaría firmar dos tratados bilaterales en lugar del TLCAN en su dimensión trilateral y subcontinental. Ahora quieren un convenio con México y otro con Canadá que corrige su supuesta disposición a renegociar el TLCAN.
  • De hecho ya lo habían anunciado, tanto tácita como explícitamente, Donald Trump quiere dividir el tratado trilateral en dos convenios bilaterales para mejor imponer sus condiciones de hegemonía o predominio unilateral. Y, por ende, es necesario entender que Trump pretende alcanzar a mediano plazo el sojuzgamiento de los mexicanos y ahora de los canadienses –en menor medida pero sojuzgados al fin-.
  • Para el neofascista de Trump es preferible evitar la posible connivencia liberal de apertura comercial entre México y Canadá. Trump intuía que la tendencia natural de México y Canadá sería la de unirse para contrarrestar las imposiciones de Estados Unidos en la negociación y por eso ahora prefiere tratarlos por separado. Sí, se trata del divide y vencerás, pero la cosa va mas allá: para Trump el objetivo estratégico es de carácter neoimperial: para Trump no hay socios ni aliados sino entidades a ser subordinadas bajo sus designios de “America first”.
  • Como se recordará Trump primero trató de comprar a los canadienses en marzo de este año aprobando la construcción de los oleoductos Keystone XL y Dakota que Obama había bloqueado por razones medioambientales. Para alcanzar su objetivo de separar a los canadienses de los mexicanos el presidente de Estados Unidos también aprobó que la construcción del oleoducto de 1,900 km. de tubería quedara en manos de la compañía TransCanada.
  • Ante semejante concesión el primer ministro Justin Trudeau declaró en conferencia de prensa, justo después de aprobarse el oleoducto, que estaba feliz de ser socio de Washington para ayudarle a resolver sus provisiones energéticas llevando petróleo desde Alberta hasta las refinerías de Texas; y de paso dejaba sentir que si bien “amaba a los mexicanos” para él primero estaban los intereses de Canadá. Parecía que Trump y Trudeau ya habían logrado un entendimiento privilegiado entre países desarrollados que dejaba fuera a los mexicanos por subdesarrollados.
  • Sin embargo, no tardarían en aflorar las contradicciones entre Estados Unidos y Canadá por temas que parecerían irrelevantes: la importación por Estados Unidos de madera, leche y quesos a Canadá.  Simplemente, a Trump no le gusta que le digan que no y si alguien osa hacerlo rompe el buen trato y los acuerdos sin concesiones. Si ya les había dado a los canadienses la concesión del oleoducto ahora ellos en reciprocidad tenían que subordinarse a todos su caprichos y si no lo hacían entonces no más TLCAN para implantar el unilateralismo como principio de negociación.
  • Así piensan el neofascista y su equipo romper con cualquier veleidad prevista por el TLCAN de imparcialidad en la resolución racional y equitativa de las controversias, también querrá imponer una nueva disposición de las reglas de origen para favorecer a los fabricantes estadounidenses. El argumento de Trump para vilipendiar el tratado es demagógico y algunos lo califican de populista: supone que Estados Unidos ha sido desfavorecido por el acuerdo trilateral a partir de suposiciones falsas, medias verdades y prejuicios antimexicanos. Lo que lo anima es el desprecio a todos los demás como sistema de odio en bloques dependiendo de las reacciones ante sus arbitrariedades o caprichos narcisistas. Tiene el bloque de odio antimexicano, el bloque de odio latinoamericano, el bloque de odios musulmanes, el bloque de odios asiáticos y seguramente el bloque de odios africanos.
  • Para dorarnos la píldora a los mexicanos, Wilbur Ross sostiene que el peso mexicano se verá fortalecido si en lugar del TLCAN se firma un acuerdo bilateral sustituto con Estados Unidos. No entiende o prefiere no considerar que la ruptura del bloque subcontinental tendrá repercusiones a mediano y largo plazo sobre el ritmo de desarrollo comercial y tecnológico de México y su posibilidad de atraer inversión extranjera se verá severamente obstruida. Además miente cuando sostiene que los dos acuerdos serán coincidentes y simétricos. Simplemente Ross nunca consideró el valor del bloque subcontinental por su fortaleza de coordinar los intercambios de capitales, servicios y mercancías entre los tres países que al paso de dos decenios encontraron los mecanismos de compatibilidad productiva y comercial.
  • Además, Ross sostuvo lo siguiente: “Un acuerdo bilateral no comenzaría de cero, pues estamos entrando en el con cadenas de suministro y todo lo demás que se han construido durante varias décadas. Pero el TLCAN es, en el mejor de los casos, un acuerdo obsoleto, tiene muchas décadas de antigüedad, las economías de Estados Unidos, México y Canadá son muy diferentes de lo que eran cuando se inició”. O sea, podríamos traducir su disquisición ideológica en estos términos: Estados Unidos piensa aprovecharse de todo lo construido por el TLCAN al servicio de sus intereses neoimperiales, de paso piensa que México y Canadá deben subordinarse a sus disposiciones porque las economías de los tres países han cambiado. Pero: ¿Qué determina que esos cambios deban ir acompañados de la abrogación del tratado?
  • Para quienes no entienden o no quieren admitir que el comportamiento de Trump es sociopsicopático como actitud caracterial y neoimperial como política de Estado, las acciones del mandatario estadounidense son desconcertantes e imprevisibles. Su intención demostrada de contemporizar con el neofascista los pone en posición de debilidad y los vuelve sujetos a la eterna sorpresa y el desconcierto diplomático. Dicen que no aceptarán imposiciones pero de hecho si las aceptan por su apaciguamiento ante las agresiones neoimperiales.
  • Por ejemplo, el pasado 26 de abril el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, dijo que si las reglas del TLC se simplifican y su alcance se amplía, por ejemplo, para el comercio electrónico, las oportunidades de crecimiento se multiplicarán. En su opinión los tres países deben trabajar sobre el tratado para modernizarlo, hacerlo incluyente y darle un rostro humano. Nos dice además: “Ante los síntomas de malestar y temor frente a la apertura comercial, la solución no es retroceder a esquemas de desarrollo autárquico que ya han demostrado en la historia su ineficiencia y sus tremendas limitaciones, sino encender nuevas luces, abrir nuevas vetas del progreso y cuidar con inteligencia que los beneficios de la globalización y del avance tecnológico sean cada día más incluyente con una dimensión social. Y también sostiene: “En el caso de TLC, en lugar de intentar revertir décadas de integración regional, debemos avanzar en el aprovechamiento de oportunidades que no han sido aún explotadas y que pudieran obtenerse en una integración más profunda de la región”; también mencionó que México es, para algunas ciudades de Estados Unidos, el principal destino de sus exportaciones y resaltó que, a los años posteriores a la entrada en vigor del TLC, los tres países crecieron más económicamente.
  • Lo cual puede ser cierto y estamos de acuerdo con él, siempre y cuando el tratado sigue existiendo, pero si deja de existir todo lo dicho por Carstens se quedará como buenos y comprensibles deseos irrealizables.

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