Entrega especial: arrancan negociaciones del TLCAN y el pronóstico es reservado

Diversos comentaristas apuestan a que la negociación del TLCAN que se inicia hoy 16 de agosto será compleja y tardada; en cambio otros apuestan a que será relativamente fácil y ajustada a los tiempos electorales de México y de Estados Unidos. De hecho predecirlo es imposible por tratarse efectivamente de un tratado de gran complejidad, por los niveles de intercambio e integración alcanzados entre los tres países y porque los intereses de los países signatarios son contradictorios.

Como escenario probable tendríamos que antes que un juego de ganar-ganar podría establecerse como juego trilateral de suma cero, donde cualquiera de las partes gana lo que las otras dos pierden. Sin embargo, lo que sí puede establecerse es que los gobiernos de Estados Unidos y México están urgidos de tener resultados rápidos y positivos. Digamos que las respectivas posiciones de fuerza de Trump y de Peña Nieto están muy menguadas, ambos temen perder las elecciones el año próximo y requieren de un triunfo publicitario en la renegociación del tratado.

El PRI de Peña muy probablemente perderá las presidenciales en julio del 2018 y Trump las intermedias en noviembre del mismo año. En esa perspectiva del muy probable desastre anunciado para Peña, sería fatal perder cualquier round de la pelea comercial por su largo historial de pifias, derrotas políticas, corrupción de sus protegidos más cercanos y fracasos en materia de seguridad. Para Trump cualquier derrota más sería otro calvo en su féretro político de escándalos interminables por la intromisión de los rusos a su favor en las elecciones, por sus bravatas sin consecuencias con Corea del Norte, Irán y Venezuela, por el desorden evidente en su gabinete convertido en arena de lucha libre y filtraciones a la prensa, por su enemistad pública con su comunidad de inteligencia y ahora por su aval apenas disfrazado a favor de neonazis y supremacistas.

Recordemos que para la presidencia de Donald Trump se trata de la renegociación del principal pacto comercial (TLCAN) de Estados Unidos que fue calificado por él mismo como “desastre” durante su campaña; después, ya como el más incompetente de los presidentes que hayan pisado la Casa Blanca, calificó el TLCAN como el peor acuerdo firmado por su país, al punto que amenazó y sigue amenazando con abandonarlo en caso de que los nuevos términos no beneficien a Estados Unidos, bajo su consigna unilateral de “America first” y partiendo de su infinita ignorancia en materia de tratados internacionales y del comercio global.

Es significativo que la primera reunión de renegociación sea en Washington. Consideremos además que anualmente la dimensión del tratado es de proporciones gigantescas e incomparables con cualquier otro tratado comercial en el mundo: más de un billón de dólares -un millón de millones- cruzan las fronteras de los tres países en bienes, capitales y servicios.

El peso de la negociación del lado del equipo de Trump recae en Robert Lighthizer, quien encabeza la delegación estadounidense. Por la parte canadiense la delegación es encabezada por la canciller Chrystia Freeland, y la delegación mexicana la encabeza Ildefonso Guajardo, economista regiomontano y actual secretario de Economía.

Por su parte, Lighthizer, se ve obligado a reiterar la primera instrucción de su presidente: crear las condiciones punitivas para reducir el déficit de Estados Unidos con Canadá y México. Trump quiere como obsesión que su país aminore la carga que a su juicio representa comprar más de lo que vende. Para Trump -ese mercader de barrio neoyorquino- el año pasado su país tuvo un intercambio desfavorable de 64 mil 354 millones de dólares con México y casi 11 mil millones con Canadá que debe corregirse para mantenerse en el TLCAN. Y en opinión del mandatario neofascista, para emparejar el terreno, es necesario revisar el establecimiento de salvaguardas que establezcan restricciones temporales a las importaciones provenientes de México y Canadá.

Como réplica, lo que altos funcionarios mexicanos esgrimen es que el equipo de Trump no comprende que su país requiere de insumos de bajo costo de México o de Canadá para evitar que su déficit global crezca. Estados Unidos puede vender en condiciones más competitivas a otras naciones gracias a que sus socios del TLCAN le permiten ser competitivo.

Valga señalar que en esta primera ronda de negociación, luego de que Estados Unidos defendiera su objetivo de reducir el déficit comercial con México a través de la renegociación del TLCAN, nuestro secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, intervino para asegurar que la única forma de lograrlo es a través de generar más comercio, argumentando: “Cualquier esfuerzo para mejorar los balances comerciales en América del Norte tendría que ser a través de la expansión del comercio, no a través de la contención del comercio”.

Considérese además para ver el absurdo de la posición estadounidense, que el déficit global comercial de Estados Unidos en 2016 sumó casi 737 mil millones de dólares. En ese contexto, el déficit con México apenas representa 9% de ese total. Como contraste vale mencionar que el déficit que Estados Unidos mantiene con China representa el 47% de su déficit global.

Otro de los temas controversiales trata de la inclusión de un capítulo laboral dentro del tratado y no como un acuerdo paralelo, sino como parte nodal del tratado. Ahí la delegación mexicana se encontrará en aprietos porque efectivamente los bajos salarios en México son una afrenta para propios y extraños. En privado los representantes mexicanos argumentarán que esos bajos salarios benefician a los tres países porque se mantiene gracias a ello la competitividad regional. Pero tanto estadounidenses como canadienses seguirán insistiendo que se trata de una política laboral inequitativa de México. Actualmente, los mexicanos tienen el menor ingreso laboral promedio entre los países miembros de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), con un promedio de 15 mil 230 dólares anuales. No debe extrañar entonces, que la administración de Trump y los sindicatos estadounidenses también quieren que las nuevas normas laborales obliguen a subir los salarios en México y así reducir la ventaja de costos que atrae a las fábricas al sur de la frontera. Aparte de que México había aceptado nuevas reglas de salario mínimo como parte del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) antes de que éste desapareciera por el capricho de Trump.

Por otro lado, Trump dio instrucciones para que su delegación insista en modificar el capítulo 19 del TLCAN sobre resolución de controversias; a Trump le molesta que las diferencias o contenciosos se diriman a través de arbitrajes imparciales y por supuesto que quiere que cualquier disputa se resuelva en tribunales estadounidenses. Pero la insistencia estadounidense en la razón unilateral sobre esos temas particulares podría representar el fracaso de la negociación. Para México, las salvaguardas podrían significar el motivo para pararse de la mesa por ser un evidente retroceso a los tiempos imperiales del unilateralismo, ciertamente, de responder nuestros negociadores a nuestros intereses nacionales más allá del apaciguamiento que hasta ahora ha sido su política frente a Trump. Para Canadá es imperativo mantener el actual esquema de solución de controversias.

Supuestamente no hay oportunidad de que se discutan esos asuntos por ser ominosos y contrarios a los intereses de México y Canadá. Pero cabe observar si estos dos países estarán realmente dispuestos a la ruptura en caso de que Estados Unidos no ceda en esos puntos cruciales. En la negociación México y Canadá tendrán que cuidar la equidad en la práctica comercial trilateral como símbolo de relativa autonomía a partir de la búsqueda de la interdependencia y la corresponsabilidad.

Para los canadienses el mecanismo de resolución de disputas comerciales establecido desde su primer acuerdo comercial con Estados Unidos y luego heredado al TLCAN, es un elemento no negociable. Y por su parte Enrique Peña Nieto han mencionado que México rechazaría cualquier salvaguarda estadounidense que entorpezca el libre comercio entre ambas naciones. Pero Trump y su gente han coqueteado con la idea de establecer aranceles temporales a ciertos productos, cuando el comercio bilateral afecte la producción en su país o genere pérdida de empleos. Hasta ahora, el equipo de Trump ha mantenido firme su postura frente a las inconformidades de Canadá y México.

Acompañando a los funcionarios mexicanos llegaron a la negociación para mantenerse en “el cuarto de junto” los representantes de la iniciativa privada mexicana, encabezados por Juan Pablo Castañón, presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE). También asistieron Valentín Díez Morodo, presidente del Consejo Mexicano de Comercio Exterior; Manuel Herrera, presidente de Concamin; Ricardo Navarro, presidente de Concanaco; Gustavo de Hoyos, presidente de Coparmex; Bosco de la Vega, presidente del Consejo Nacional Agropecuario (CNA); Marcos Martínez, presidente de la Asociación de Banqueros de México (ABM); Juan Gallardo, de Cultiba; Jaime Zabludovsky, de ConMéxico; Herminio Blanco, quien estuvo en la negociación del tratado original y fue subsecretario de Comercio Internacional y titular de la secretaría de Comercio y Fomento Industrial; Sergio Gómez de IQOM; Guillermo Vogel de Tenaris Tamsa; Emilio Cadena de Prodensa; Federico Serrano de Index; Eugenio Madero de Rassini; Marta Mejía de Zimat; Eduardo Solís de Amianto; Mónica Flores de Amcham; José Antonio Vidales e Ismael Reyes Retana de White&Case. Además el CEE contrató por parte de los empresarios mexicanos a los abogados de la firma Akin, Gump, Strauss, Hauer y Feld; la cual es una de las firma de cabildeo legislativo más importantes de la Unión Americana.

Por otra parte, el triunfo de Trump en la contienda por la presidencia de su país generó incertidumbre entre los principales ejecutivos de la industria automotriz mexicana. Nissan, Toyota, Volkswagen, Audi, BMW, Ford, Mercedes Benz, General Motors, Honda, Mazda, FCA y KIA tienen plantas e inversiones millonarias en México y todos han mostrados preocupación, en diferente medida, por la renegociación del acuerdo. Sin embargo, para varias industrias, el eventual rompimiento de negociaciones que provoque el fin del TLCAN supone un riesgo acotado, pues el intercambio con EU se regiría ahora por las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y éstas no suponen una carga arancelaria elevada.

Digamos también que el representante de Comercio de Estados Unidos, Robert Lighthizer, ha sido enfático en que su país no buscará cambiar sólo algunos capítulos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), sino mejorarlo al servicio de los intereses de Estados Unidos: “pues ha fallado a muchos estadounidenses; setecientas mil personas perdieron su trabajo por el TLCAN y algunos creen que ese número es más grande”.

No obstante, puede señalarse en prospectiva, que si se logra un acuerdo, no está claro si podría sobrevivir una votación en el Congreso de Estados Unidos. Es casi seguro que los demócratas se opondrán a cualquier cosa negociada por la actual administración; y muchos republicanos en pro del comercio también se sienten incómodos con algunas de las demandas de Trump.

Señalemos que las tres delegaciones que representan a México, Estados Unidos y Canadá coincidieron en declaraciones separadas que trabajarán a favor de todos los interesados. La revisión del TLCAN no tiene fecha límite, pero las partes prevén entre siete y nueve rondas. Luego de la cita en la capital estadounidense, la segunda reunión será en México el 5 de septiembre; y más tarde en Canadá, cuya fecha aún no fue anunciada.

Para ver la posición de Canadá y sus coincidencias con México, conviene recoger lo dicho por Chrystia Freeland, ministra de Relaciones Exteriores, en su respuesta a Estados Unidos: Canadá no ve los déficits o los superávits como una medida de si una relación comercial funciona. El TLCAN ha sido balanceado y benéfico para ambos países; también señaló que Canadá compra más a Estados Unidos que China, Reino Unido y Japón combinados. Y finalizó su participación señalando que buscará impulsar fuertes estándares laborales, reforzar regulaciones ambientales, mantener el mecanismo de resolución de controversias e introducir nuevos capítulos relativos a igualdad de género y derechos indígenas.

La canciller canadiense sostuvo que el comercio entre Estados Unidos, Canadá y México se ha cuadruplicado desde que el TLCAN entró en vigor en 1994 y superó el billón de dólares en el 2015: “El TLCAN es el proyecto más grande de comercio de Norteamérica (…) La economía de Canadá ha crecido 2.1 por ciento anualmente gracias al acuerdo”.

La revisión del TLCAN no tiene fecha límite, pero las partes prevén entre siete y nueve rondas y esperan logros antes de las elecciones presidenciales en México (julio de 2018) y legislativas en Estados Unidos (noviembre de 2018), que pueden entorpecer los debates. Luego de la cita en la capital estadounidense, la segunda reunión será en México el 5 de septiembre, y más tarde en Canadá, cuya fecha aún no fue anunciada.

Para nuestro secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, el objetivo de la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América Latina (TLCAN) es tener más comercio: “El objetivo no es regresar al pasado, es ver hacia el futuro, es ganar-ganar-ganar para los tres países”. Inútil decir que el TLCAN es clave para México, que multiplicó por seis su comercio con Estados Unidos, adonde envía el 80 por ciento de sus exportaciones -en particular bienes manufacturados y productos agrícolas-.

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