Continúa la buena reputación internacional del cine nacional, ahora con el León de Oro ganado por Cuarón para la película mexicana producida por Netflix: Roma. Quienes también hacen lo necesario para que sea nominada al Óscar y gane como mejor película en habla no inglesa. Algo que para muchos ya está cantado a priori. Habrá que esperar, pero al parecer se hace todo lo posible para que sea expuesta en todas las grandes ventanas posibles después de la polémica de Cannes de no aceptar en competencia oficial las producciones de Netflix que no van a salas de cine, caso del futuro estreno de Roma.
La representación nacional fue notable en la reciente edición de la Mostra de Venecia, el festival más antiguo del mundo y uno de los certámenes más importantes. El presidente del jurado fue el ganador de la Mostra anterior, Guillermo del Toro y la delegación mexicana volvió a brillar. También Carlos Reygadas estrenó y compitió en la selección oficial con pocas reacciones pero con presencia clara.
También se celebró el primer año oficial del día nacional del cine mexicano, el pasado 25 de agosto además se llevó a cabo un circuito especial de cine nacional en las principales cadenas y cines del país, una ventana para ver cine mexicano en pantallas comerciales y culturales de manera simultánea.
Grandes esfuerzos por posicionar frente a su propio público el cine que se produce de manera local y que al mismo tiempo alcanza grandes reconocimientos a nivel internacional.
¿Estos esfuerzos son suficientes para el cine? ¿Hay verdadera voluntad de acercar a su público el cine que se realiza en México? ¿O son paliativos para “demostrar” el interés de las cadenas grandes y distribuidoras por impulsar el cine mexicano en todas sus variantes y estilos?
Algunos productores y realizadores independientes se siguen quejando de prácticas desleales de las cadenas comerciales de exhibición en contra del cine mexicano. A pesar de la supuesta apertura para apoyarlo.
Hay quejas de cambios de horario de último minuto que perjudican claramente a las películas nacionales, programadas en días de baja afluencia, horarios poco razonables y malas recomendaciones o de plano advertencias negativas desde la taquilla para influir en el espectador en contra del cine nacional.
En términos gremiales, se dejó pasar una oportunidad de oro para el cine en la reciente renegociación del TLC para sacarlo del acuerdo comercial y mantenerlo en la órbita de bien cultural público que merece una defensa frente a la visión únicamente comercial del cine que domina el planeta: Hollywood.
Se intentó cierta organización y discusión desde la Academía Mexicana de Cine que más bien evidenció el poco o nulo conocimiento acerca del tema de la comunidad de cine del país y su casi nula capacidad de influir en decisiones estratégicas para el gremio y en general para el país.
Una vez más la aplanadora de Hollywood pasó por encima, cuidando los intereses de su cuarto mercado más grande en audiencia: México. Y velando por los intereses de sus principales socios, las exhibidoras nacionales.
Al parecer esta batalla se ha dado muchas veces con el mismo resultado, el gigante se impone.
Habrá que ir más a fondo y entablar una batalla directa desde la exhibición, donde los fondos y estímulos fiscales apoyen más consistentemente a la exhibición y no sólo a la producción-distribución y se permita una competencia real en la inversión de exhibición que proteja de cierta manera el riesgo de programar otros tipos de cines, además del local, para generar verdadera industria y para ampliar la visión del mundo y la variedad de temas en clara contraposición a lo que se impone año con año desde Hollywood a escala nacional.
Los apoyos y estímulos ya existentes en el rubro de exhibición no son suficientes como política pública para que realmente se dé la batalla real desde la exhibición, igual que la producción y distribución.