Por Mequetrefe Cine
La relación entre el cine y el dinero es básica. La discusión permanente es si el cine es una mercancía o una expresión artística. Esa dicotomía reduccionista ha mantenido al cine en una discusión histórica entre el cine comercial o el cine de autor o culto. El cine para la masa o el cine para unos pocos versados. Mantener estos extremos sólo perjudican al propio cine y a sus muy diversas audiencias y voces.
Pero el cine al ser una actividad productiva requiere recursos, sobre todo dinero. Aunque sea el mínimo indispensable. A pesar de que hay muchos ejemplos muy contundentes en donde la falta de recursos económicos no detienen las posibilidades de alcanzar buenos resultados en pantalla. Hay personas muy talentosas haciendo esfuerzos cinematográficos hasta con cámaras de teléfonos móviles y un crew muy reducido. Que no necesitan apartar cinco calles para lugares de estacionamiento.
La discusión es ¿el cine es una mercancía por sus altos costos de producción? ¿O es un bien nacional que crea cultura e identidad por su alta capacidad narrativa y de identificación?.
El cine también es una arma muy poderosa de propaganda. Lo tienen muy claro en Estados Unidos donde la industria del cine y el entretenimiento en general, es la segunda industria más importante seguida de la industria militar. Y por lo mismo el acaparamiento de pantallas y carteleras es necesario para mantener el engranaje de una industria global controlada por los estudios de Hollywood.
Más allá de prejuicios y fobias el dinero en el cine es fundamental. Ya sea dinero privado con cálculos de recuperación y ganancia. O dinero público o subsidiado con objetivos de generación de bienes culturales y artísticos. La mezcla de estos objetivos también es interesante en los esquemas híbridos de financiamiento.
El dinero determina la escala de una producción aunque no necesariamente sus objetivos. Nadie debería de invertir para perder, ni siquiera con los fondos públicos. Ahí es donde puede estar la clave, en donde la propia audiencia esté al tanto que mucho del cine que llega a la cartelera viene por dinero público y que le afecta directamente no sólo como espectador. Los públicos son el motor que crean la industria local. Las asociaciones entre grandes distribuidoras y exhibidoras limitan la variedad de opciones. El espectador es que las puede exigir si se exige.
El cálculo económico de recuperación masiva parece que sacrifica la calidad de contenido por el entretenimiento más básico. El objetivo aquí es demostrarnos que la diversidad de contenidos y acceso a ellos fortalecen a una sociedad y su cine. Las reformas legales han estado en discusión permanente desde hace muchos años pero se necesita una participación más fuerte de los públicos al exigir y no sólo al ser representados en números de boletos vendidos sino como personas que aprecian el cine como entretenimiento y como motor que enriquece su vida, sus aspiraciones de felicidad y plenitud.