¿Qué hace que una industria sea una industria? ¿La producción, la productividad o la rentabilidad? Durante la parte más aguda de las crisis de los años setenta, ochenta y noventa la producción de cine nacional se desplomó a sus peores cifras y la caída en picada de su calidad fue aún más notoria con el llamado cine de ficheras. Salvo el intento de resucitarlo con el denominado Nuevo Cine mexicano de los noventa.
De esos años la producción y las estrategias de financiamiento público y privado se desplomó a los peores niveles. Poco a poco se fue recuperando la producción a partir de fondos, fomentos, apoyos por parte del Estado a raíz de batallas ganadas por los artistas cinematográficos comprometidos con los contenidos para reanimar la producción. Aunque siempre con el problema a cuestas de la distribución y exhibición.
El estímulo fiscal 226 y ahora llamado 189 a partir de las reformas hacendarias le renovó la vitalidad a la producción de cine elevando las cifras incluso por encima de los mejores años de la llamada época de oro. 146 películas producidas en los años recientes rompen un reto histórico. Dos películas comerciales también han roto todos los récords de taquilla: Nosotros los nobles y No se aceptan devoluciones, las dos tienen los números más altos de asistencia y venta de boletos.
¿Esto genera una industria?
Lamentablemente no. El negocio del cine mexicano está en triangular impuestos con el estímulo a través de una empresa privada. El negocio está antes de producir la película. Se reparte el pastel y con lo que sobra se produce. Las prácticas han caído en una corrupción privada galopante. Que todo mundo sabe pero que todo mundo esconde por conveniencia. Además la incidencia en los contenidos y en las propuestas de producción están cayendo en condiciones de las empresas privadas aportantes. Una especie de censura y autocensura de contenidos críticos en aras del divertimento barato que no ponga en cuestionamiento a la marca aportante en muchos de los casos.
Incluso las grandes producciones comerciales acceden a estímulos fiscales y apoyos estatales sin que sea transparente qué pasa cuando el éxito comercial la acompaña. Como estamos acostumbrados a la falta de rentabilidad, cuando es realmente rentable, se vuelve opaco el retorno de inversión, sobre todo para el dinero público.
Ni qué decir de la afectación a la cadena productiva, la morosidad en pagos a proveedores puede alcanzar años o nunca pagar por servicios ya dados. Hay leyes de plazos de pagos y morosidad que una vez más son letra muerta con el capricho de estar supuestamente generando cultura. O con el argumento de seguir dando trabajo en futuras producciones y de sumarse al esfuerzo del cine nacional. Cuando el pastel ya ha sido repartido y lo que queda nunca alcanza y por eso la morosidad sin regulación.
Para que una industria sea industria hay que generar las condiciones de rentabilidad, transparencia, respeto laboral, retorno de inversión y ganancias.
El cine Coreano, del sur, es un ejemplo de fomentar una industria cinematográfica interna incluso por encima de Hollywood, el cine de la India también es referente pero ese es un fenómeno más estrictamente de volumen demográfico.
Para generar una industria también es necesario generar ciudadanía como en Corea del Sur donde son capaces de organizarse para hacer dimitir a una presidenta por corrupción. Y específicamente como gremio, para poder tener una verdadera voz para impulsar políticas públicas que permitan una consolidación como industria, para tener la capacidad de hablar de tú a tú entre creadores, productores, exhibidores, distribuidores, empresarios del cine y también con las empresas globales que tienen un pie en el cuello del cine nacional.