Muchas empresas marcan su éxito por el número de clientes que alcanza y no necesariamente por el producto o servicio que ofrece. Cantidad versus calidad. En algunos entrenamientos para emprendedores existe una premisa que reza: “sirve a más gente” “llega a más gente” “ayuda a más personas a ser felices”. Intentando disfrazar con buena intención los alcances para incrementar el número de consumidores y que eso implique sustancialmente crecimiento, mayor rentabilidad y más utilidad y no necesariamente calidad.
Un poco disfrazado de buenas intenciones se incentiva el crecimiento desmedido en pro de la utilidad, es decir, la satisfacción de los inversionistas y del capital. Hasta aquí podría ser nada criticable esta premisa, pero cuando tu producto es Coca-Cola o comida rápida de baja calidad o comida chatarra en realidad llegas a más consumidores pero para generar prácticamente un mal, en estos casos nocivo para la salud y adictivo.
Pero detrás del interés del capital por el crecimiento excesivo-desmedido que justifican de una manera “social” existen muchos intentos de darle a la economía un perfil más consciente en cuanto a lograr un bienestar común. Desde bancos de microcréditos para pequeños negocios (sin acceso a la banca tradicional) hasta estrategias de economía mixta donde participan en conjunto y casi por partes iguales dinero público y dinero privado para generar bienes de consumo.
La economía social también es llamada el tercer sector por incluir a los dos más importantes, el público y el privado en uno.
Aún no llega a repercutir masivamente, pero hay muchos esfuerzos por realizar proyectos que dejen de satanizar al capitalismo y al dinero en sí solo por ser dinero especulativo. A pesar de que la mayoría de sus representantes más importantes no colaboren mucho por mostrar una cara amable de la economía.
La avaricia es desmedida en muchos ámbitos de lo público y lo privado, basado en una economía controlada por la especulación, la corrupción y la acumulación en pocas manos. Esto sigue siendo un vicio social de las cúpulas que viven con el miedo permanente de perder poder y privilegios. Y entonces su prioridad es defender a toda costa sus intereses por encima de los comunes.
Intentan salvar ciertas culpas con trabajo filantrópico o con empresas socialmente responsables que a la larga terminan siendo parte fundamental de su ingeniería administrativa y fiscal que circula dinero internamente sólo para pagar menos impuestos.
Pero los esfuerzos por una economía social podrán dar frutos, gracias a la fuerza que está tomando la economía digital y la intolerancia a la ya insostenible brecha social entre ultra ricos y ultra pobres.
También es importante mediar en términos ideológicos donde el salvaje capitalismo y el ingenuo comunismo o socialismo den paso a una economía un poco más responsable que sea incluyente a nivel masivo, que invariablemente conlleva a la estabilidad que exige el capitalismo para crecer. A pesar de las industrias desestabilizadoras como la militar, la del narco y la petrolera que siguen dominando la economía global y sus propias especulaciones.
Vale la pena acercarse a los proyectos de economía social y apoyarlos para masificar una visión más realista que permita la inclusión de más personas y que se mejore la redistribución que ayudará a elevar el consumo y los salarios, todo es una cadenita que vale la pena hacer para repartir un poquito mejor el pastel. Un poquito nada más, es más que suficiente.