Los Fondos de Inversión en Bienes Raíces (FIBRAS) alcanzaron un boom al rededor del 2013 en México como el producto de moda en las inversiones y en la Bolsa Mexicana de Valores. Las FIBRAS son fideicomisos de inversión que cotizan en la Bolsa y han generado altos rendimientos a sus clientes y lograron un ritmo seguro de crecimiento durante los años recientes.
Esa presión por mantener un ritmo acelerado empujó invariablemente a acelerar el ritmo de los desarrolladores urbanos y a su vez el ritmo de crecimiento desordenado en las urbes del país.
El reciente colapso de la fachada de Plaza Artz en la zona del Pedregal en la Ciudad de México ha destapado una discusión que ya se había inaugurado después del sismo de septiembre de 2017 pero que se fue apagando con más escándalos y con el circo mediático de las campañas electorales.
Pero la proliferación de desarrollos urbanos y de plazas comerciales, por todo el país y en la Ciudad de México en particular, volvió a traer la discusión acerca del crecimiento sin control gracias a Plaza Artz. Además del boom inmobiliario acelerado y permanente en ciertas zonas de la ciudad y la extraña convivencia de plazas frente a plazas y de varias plazas comerciales enfiladas en menos de dos kilómetros a la redonda.
En esta trama existe una conexión directa entre funcionarios, desarrolladores y su dudoso manejo beneficiando mayoritariamente a los mismos grupos que a su vez asumieron cargos públicos de desarrollo urbano en el gobierno de Miguel Ángel Mancera. Una administración pública marcada por la explosión inmobiliaria y la corrupción galopante que se escudaba en la modificación legal del famoso Bando 26, realizado por López Obrador cuando fue jefe del gobierno del D.F., que permitía construir más niveles de los legales establecidos con la condición de dar precios de vivienda de interés social, cosa que en la gran mayoría de los casos no se cumplió.
Las estafas y acuerdos siempre beneficiando a las desarrolladoras, permitieron un crecimiento desordenado a favor de unos pocos, a través de acuerdos coludidos con grupos que a la vez controlaban los permisos y las condiciones de construcción, quienes se beneficiaban siendo al mismo tiempo los dueños de las empresas desarrolladoras o sus socios directos.
Y ni qué decir con la dudosa calidad de los nuevos edificios que se vieron claramente expuestos durante el sismo de septiembre de 2017.
La presión del boom de inversión de las FIBRAS llevó a un crecimiento desmedido de desarrollos urbanos, sin orden, sin calidad y con mucha corrupción de por medio y con un cinismo desmedido auspiciado, solapado y en beneficio personal de personajes como Miguel Ángel Mancera.
La impunidad enquistada será un desafío para todos y las presiones de los fondos de inversión en sus booms tendrán que calcular sus consecuencias, aunque sabemos que no lo harán por ellos mismos mientras haya rentabilidad. Así que toca una supervisión ciudadana más fuerte y efectiva.
Así, los costos de vivienda se encarecen, la gentrificación hace su propio trabajo en zonas “recuperadas” y vives y trabajas para pagar la renta o la hipoteca o te trasladas de largas distancias en el tráfico permanente y transporte público insuficiente e incómodo.
Algunas soluciones prácticas para este problema podrían ser trabajar cerca de la zona de vivienda, realizar home office o ser el patrón y trabajar a distancia, siempre con una buena red y buena señal.
El problema de vivienda y movilidad están correlacionados. ¿Dónde trabajas y dónde vives? tus traslados son lo que genera aglomeraciones, no estás en el tráfico, tú eres el tráfico.
Así como los horarios de oficina estandarizados y uniformizados. Una ciudad de 24 horas, donde la mayoría de servicios públicos urbanos funcionen de noche y se escalonen los horarios de oficina para evitar el caos de las horas pico, pueden ser soluciones de una sociedad un poco más desarrollada antes de llegar a la asfixia total.