¿Se vive de la cultura?

El modelo de cultura del Estado mexicano a la francesa.

Después del fallecimiento de Rafael Tovar y de Teresa se nombró a la nueva Secretaria de Cultura del gobierno federal: María Cristina García Cepeda, Maraki para los cuates. Viene de encabezar el INBA y ser parte de la estructura de gobierno de diferentes dependencias de cultura como el Festival Cervantino o el Fonca. Conoce muy bien el funcionamiento de las instituciones oficiales de cultura y está ahí para darle continuidad al modelo ya conocido e implementado.

El decreto presidencial de crear al CONACULTA dio paso al decreto presidencial de convertirlo en una Secretaría de Estado. Cultura pasó de ser un subsector de la SEP a ser un sector en sí mismo. Aunque aún sin legislación y reglas. La nueva Secretaría dará continuidad a la visión aburrida de cultura en México. Sobre todo enfocado a temas de patrimonio nacional con una visión turística como una de las principales actividades económicas que comparten patrimonio-cultura-turismo.

Uno de los problemas de las instituciones culturales en México es que sus presupuestos se van en más de un 80% en pagar la estructura sindical de trabajadores y a sueldos de los altos funcionarios. Para la creación y conservación hay poco menos del 10%. Una estructura presupuestal un tanto irónica porque lo más importante es lo menos importante.

Por otro lado el control a través de becas y fondos a creadores tiene un trasfondo de control casi ideológico que favorece muy poco la crítica, la creación arriesgada y la diversidad del mundo creativo. Pero la vastedad y riqueza de lo que se denominan actividades culturales diluyen las carencias estructurales, muchas de ellas sin ningún apoyo del Estado.

El modelo francés del cual se basa el modelo mexicano tiene como objetivo otorgarle al Estado la custodia y fomento de la cultura. Es el gran responsable y garante de las actividades culturales y artísticas más importantes. Es el motor del funcionamiento de las actividades culturales. Y por lo mismo el eje que controla para sus propios intereses los recursos y la manera de distribuirlos entre las mafias artísticas y gestores que cumplen con los estándares de domesticar la conciencia colectiva del país.

Un pequeño el bastión, a manera de ejemplo, es el de los hermanos Padilla en la capital de Jalisco, donde por años han controlado la Muestra ahora Festival de Cine de Guadalajara, la UDG, la FIL, los fondos estatales, etcétera etcétera. Parece un feudo cultural local intocable, a manera de negocio familiar. Así hay varios ejemplos a lo largo del país.

Los creadores artísticos a pesar de lo apoyos y oportunidades son el último eslabón de la cadena. Proporcionalmente parece que no hay manera de cubrir las oportunidades a un número mayor, a pesar que se han incrementado los fondos, programas, estímulos y presupuestos en los últimos años. Eso pasó hasta hoy, por el drástico recorte de este año que inicia. El presupuesto asignado para este año es de 12 mil 428 millones de pesos con un recorte respecto al año anterior de 3 mil 329 millones de pesos.

Muchos esfuerzos independientes se quedan a mitad de camino y muchos otros se pierden o se inhiben para surgir. El Estado tiene que ser un facilitador con subsidios o sin ellos de generar un entramado en donde las actividades creativas generan un mayor crecimiento en todos los sentidos. Es un complemento vital de la educación y los niveles de sensibilidad que permiten mejor convivencia social, así como la responsabilidad de que la cultura, en un contexto sano, tiende a derivar en política. Horizonte poco visible en nuestra realidad.

Claro que una actividad cultural y artística enfocada al ciudadano de manera responsable y sobre todo muy diversa, resulta ser una verdadera arma para generar conciencia y abrir los ojos para vivir en una sociedad menos manipulada y saqueada, cosa que no conviene a los intereses que controlan al Estado.

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