Todo comenzó con un mal entendido. Se inscribió a la competencia del Festival de Cannes una película producida por Netflix, a nadie se le ocurrió preguntar si tendría una corrida comercial en salas de cine. Pero cuando alguien preguntó Netflix respondió, no para nada se estrena el 28 de junio en la plataforma. ¿Y no va a salas? No necesariamente. Ahí se desató el escándalo a tal grado que se modificaron las reglas de participación del festival poniéndole ese pequeño detalle a los requisitos: para las películas en competencia oficial debe estar considerado su estreno de salas. Y comenzó la batalla. ¿El cine es cine si no pasa por una sala de cine?
De ahí puristas y no puristas abrieron el debate. El foco de la discusión se centró en las declaraciones del jurado de la 70 edición que fallaría el palmarés. Las figuras puristas las encabezaba Pedro Almodóvar y las no puristas Will Smith, ambos miembros del jurado, Almodóvar como presidente de dicho jurado. Y Will Smith el rostro empático con el gran público. Dicho sea de paso, un jurado bastante imparcial que dejó satisfechos a la gran mayoría.
La discusión se amplió y mediatizó, un poco en tono más de nota de espectáculos que una verdadera reflexión de dónde está parado el cine frente a la tecnología y a los cambios sociales.
La discusión se fue banalizando poco a poco hasta que se diluyó. Algunos defendían la experiencia del cine por el cine en una sala con una pantalla grande y otros defendían la accesibilidad de tener una película al alcance de la mano. Por Cannes desfilan unas 400 películas y muchas de ellas, con suerte, sólo podrán ser vistas en plataformas digitales. Ambas posturas tienen su parte de razón.
Lo que es una realidad es que las multiplataformas están cambiando el consumo de cine y hay que adaptarse rápido sin que eso signifique que la gente abandona la idea de ir a las salas. Por lo menos no en los mercados más grandes, al contrario las proyecciones económicas ven con optimismo los números del cine proyectado en salas.
La película Okja recién se estrenó en Netflix y es verdad que ha sido la más rápida en llegar a las audiencias después de la competencia oficial. Un mes de diferencia entre su estreno en Cannes y su salida a la plataforma digital.
La película pretende ser una crítica al sistema capitalista, particularmente al modelo de negocios de Monsanto. La película es superficial y de entretenimiento por entretenimiento con detonadores sentimentalistas superfluos. La sensación que deja es que Netflix como productor le hace al cine lo que Monsanto a la alimentación. Que además representa un muy buen negocio a nivel global, sacrificando toda nutrición estética y cinematográfica.
Pero que cada quien decida libremente si ver cine en una pantalla en la comodidad de la casa o la oficina o en la experiencia de una sala de cine. Al final de cuentas en términos prácticos aplican las dos opciones invariablemente quienes disfrutan el cine como experiencia de vida.