“El cine padece un mal, está en manos de la clase media alta en todo el mundo.”

Lucrecia Martel, directora argentina que presenta en la Mostra de Venecia su más reciente trabajo llamado Zama, hace esta aseveración del título, entrecomillada, sabiendo de lo que habla. Distingue entre la sensibilidad y la manera de abordar temas sociales por personas con visiones que pueden ser bien intencionadas pero que no han vivido y regularmente no comprenden o no les interesa comprender a profundidad los temas que tratan, creadores que se ocupan más de la forma por la forma.

Sin mencionar el desprecio de muchos realizadores, guionista y productores que sólo les produce satisfacción la obra en sí sin ocuparse un mínimo del resultado último, de si será visto por alguien o si a alguien le interesa verlo.

El acceso a las herramientas del cine como expresión y como negocio implica altos costos, esto también determina mucho quién tiene acceso a él como medio para contar historias, entretener, crear o hacer pensar. Siendo el medio de expresión cultural más aceptado en amplios bloques de la sociedad, lo que implica una responsabilidad igual de amplia.

Es arriesgado generalizar acerca del bloque poblacional que tiene acceso a la creación cinematográfica pero sin duda es sintomático. Existe, sin lugar a duda, una complejidad que determina la realización como para que sea un medio totalmente accesible al alcance de la mano de cualquier persona, independientemente de su contexto social, ya sea privilegiado o francamente escaso. A pesar de las herramientas tecnológicas que permiten más facilidad para acceder a él como medio de expresión, aún la lógica del mercado y los gremios implican una escalera social que vuelve romántica la idea de acceso al cine para todos y cada una de las personas que se interese por hacerlo.

Incluso viendo al cine como un medio para crear cultura, identidad y conciencia social, sus costos y formas de exposición están ampliamente controladas por la voracidad del mercado comercial por un lado y del mercado de festivales por el otro.

Igual que hay públicos variados, hay voces distintas y disonantes entre ellas en la expresión cinematográfica, debería haber accesibilidad múltiple no sólo para ver cine sino también para crearlo en todas las escalas sociales.

El planteamiento de Lucrecia Martel trae implícita una crítica a la homogeneidad de visiones de la realidad, incluso temas y forma de tratarlo. Es una misma visión de una sola clase social que se usa de referencia a sí misma y que tiene acceso casi privilegiado a la creación de cine.

Aquí la entrevista donde ahonda Lucrecia Martel en el tema.

 

filmines

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