¿Cisma en el PAN para beneplácito del PRI o más bien crisis general de México?:

Como se va desprendiendo de la reflexión que desarrollamos en nuestras entregas analíticas anteriores, México como país en crisis general cada día más profunda tiene abiertos varios frentes de confrontación al mismo tiempo:

a) En el frente interno vemos como la violencia no disminuye y la inseguridad personal y patrimonial se ha convertido en fuente de angustia colectiva a nivel nacional. El Sistema Nacional de Seguridad Pública es un verdadero desastre y sus componentes fundamentales simplemente no funcionan: la procuración de justicia es el caos a nivel nacional y los ministerios públicos simplemente nunca resolverán la investigación básica para fundamentar cargos; las cárceles o están seriamente infiltradas o de plano están en manos del enemigo; el nivel de impunidad en el país se establece como el 99% de casos delictivos no investigados y mucho menos resueltos; las policías municipales y estatales siguen siendo fuentes de tragedia sin límites; la violencia contra las mujeres sigue en ascenso; los jóvenes y los niños siguen siendo reclutados por las fuerzas del terrorismo criminal; los centros de inteligencia civiles  y militares no coordinan esfuerzos y más bien rivalizan.

b) En el territorio electoral, del muy próximo 2018, es evidente la agudización de las confrontaciones entre grupos de poder y de presión, pero también entre partidos e individuos. Con la salida de Margarita Zavala del PAN como advertencia de que todo puede suceder. Quizás el ruido en los medios y en las redes sociales por la salida de la candidata puntera del PAN ha sido excesivo. Al punto que es legítimo preguntarse si no hay algo de conspirativo en el manejo de medios por parte de la secretaría de Gobernación a partir de la renuncia de la candidata; partiendo del supuesto de que el PRI de Peña Nieto es el principal interesado en la atomización del voto de la derecha, para así conformar una masa crítica de votantes conservadores que les permita derrotar a López Obrador. El PRI necesita dejar de ser la tercera fuerza en las encuestas que lo condenaría a la derrota electoral en el 18, y para eso busca debilitar al mismo tiempo a la derecha panista que ya cayó en el berenjenal de haberse aliado con el PRD a iniciativa de Ricardo Anaya que busca ser el candidato del supuesto frente ciudadano. Y al mismo tiempo el PRI necesita de la atomización del voto de la izquierda aprovechando la contradicción irresoluble entre Morena y el PRD.

Pero lo cierto es que el PAN como expresión de la derecha es pieza fundamental en el ajedrez político de las élites mexicanas y Margarita representaba hasta hace poco una verdadera opción de alternancia desde la derecha con posibilidades de éxito que le hiciera frente a López Obrador. Por más que su renuncia al PAN y su inscripción como candidata independiente sigue siendo interpretada de las más diversas maneras, incluso atribuyéndole alianzas directas ya sea con Peña Nieto o con el propio Carlos Salinas. Sin dejar de lado que para López Obrador la renuncia al PAN de Margarita fue bien vista porque el tabasqueño interpreta que de esa manera se debilita el PRIAN y suben sus probabilidades de llegar a la Presidencia.

Tengamos en cuenta que Andrés Manuel López Obrador es el candidato que sigue siendo puntero en las encuestas rumbo a 2018, incluidas las de El Financiero. Y la aspirante que más se acercaba a los números del tabasqueño era Margarita Zavala, pero como candidata del PAN. En la medición de julio, la ex primera dama prácticamente estaba en empate técnico con el líder de Morena. Margarita Zavala se encontraba en segundo lugar rumbo a la Presidencia, con una diferencia de dos puntos, detrás del López Obrador. El priista Miguel Ángel Osorio Chong se ubicaría en tercer sitio. En otro escenario, donde Ricardo Anaya compitiera contra AMLO de Morena y Osorio Chong del PRI, el PAN caería al tercer lugar de la preferencias rumbo a 2018. El líder panista estaría 12 puntos detrás de AMLO. Ciertamente todo esto resulta de un escenario electoral incompleto: no sabemos todavía quién será el candidato del PRI a la Presidencia; pero sí sabemos que la espera le está redituando al PRI porque es la oposición la que se divide y desgasta, mientras que Peña Nieto sigue guardando todas sus canicas. Pero lo que Peña Nieto no puede cambiar con sus maniobras es el muy amplio desprestigio acompañado de repudio y desaprobación tanto de su gestión como de su partido, entre los componentes de una sociedad civil agraviada.

La gestión de crisis sobre los sismos y sus secuelas ha sido ineficiente y plagada de corruptelas y abusos, al punto, como bien se vio en la entrega pasada, que el divorcio entre los gobiernos en sus tres niveles y la sociedad civil ha sido contundente; ahora viene la etapa de la reconstrucción, han salido una cantidad de recursos considerable que debiera garantizar que los damnificados puedan recuperar un lugar donde vivir, pero nadie le otorga a los gobiernos de los tres niveles –federal, estatales y municipales- la probidad y la entereza para realmente velar a que las víctimas de los sismos recuperan un modo digno de vivir. Quedó claro que los partidos utilizaron la circunstancia de la tragedia social generada por los sismos para echar agua a su molino y el desprestigio fue parejo para todos.

c) Y en el contexto internacional la renegociación del TLCAN ya anuncia una confrontación inevitable de México con el neofascismo de Trump por más que los tecnócratas han tratado de resolver las diferencias por la falsa vía del apaciguamiento. Cada día se ve más claramente que Trump nunca quiso una renegociación exitosa para los tres países y ahora todo mundo en México se quiere lavar en salud argumentando que podemos perfectamente vivir sin TLCAN. Para muchos era claro que Trump busca en su arrogancia imponer su voluntad, no negociar acuerdos; como buen sociopsicópata su ego maligno de narcisista sólo se satisface si aplasta a los enemigos, y todos los que disienten o no están de acuerdo con él son enemigos irreconciliables –como sucede con los periodistas y ahora con los jugadores de fútbol americano de la NFL. Ahora resulta evidente que su supremacismo racial en el interior de Estados Unidos va acompañado de una concepción imperial de hegemonía sin concesiones, de unilateralismo nacionalista acompañado de un desprecio enfermizo por los organismos multilaterales y por el derecho internacional público. Por eso, no debe sorprender que en su imaginario desquiciado cabe la alianza con Canadá, siempre y cuando éste se discipline a sus designios, pero jamás querrá una alianza con México y sus 130 millones de mexicanos por razones raciales que nada tienen que ver con el libre comercio. No verlo es tanto como no haber entendido la estructura enferma del personaje.

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