¿Qué culpa tiene el cine?

Ninguna. Es un problema de resonancia. El cine necesita de la promoción y la industria del entretenimiento del cine, para bien y para mal. En la creación de la industria del cine en el siglo XX, era necesario crear otra industria dentro de la industria que hablara del cine, lo premiara, lo criticara y promocionara.

Van de la mano la creación del sistema de estrellas con las películas. En una búsqueda para crear valores aspiracionales como mercado.

Sobre todo el mercado de la imagen y de ahí la creación de moldes, modelos, patrones, conductas y necesidades para alimentar al espectador, tan voraz en su insatisfacción que se alimenta a sí mismo de manera permanente de sus ídolos.

La diferencia entre los escándalos sexuales en la industria del entretenimiento y otros gremios es que los demás gremios no tienen una industria paralela que resuena y hable de sus escándalos.

Ni los abogados, ni los contadores, ni los médicos. Ni la aviación comercial busca tener figuras conocidas públicamente como parte de su engranaje.

Los casos de acoso, manipulación y extorsión sexual no son privativos de la industria del entretenimiento, ni del cine. Pero son el mejor ejemplo porque son los que viven la vida privada de manera pública, gracias al morbo por los “famosos”.

Aunque en un estricto sentido sólo los que viven del dinero público deben ser fiscalizados de manera pública. Los que viven de la imagen personal se hacen públicos y cargan con ese éxito-karma, aunque no les guste, pero es parte del negocio del entretenimiento. El nombre, hacerse de renombre, inflar el ego.

No por nada los programas de chismes y del corazón son los más vistos. El morbo de lo que le pasa a un individuo reconocido sólo por ser público es muy rentable y que caigan en desgracia es todavía más interesante porque entonces ese olimpo de lentejuelas parece que no perdona nada y yo me puedo ir a la cama más tranquilo por ser un simple mortal. La desgracia ajena de los famosos da mucha calma a los demás.

Eso no exime a nadie de sus faltas, a los depredadores de sus acciones y a las personas manipuladoras de las suyas. El detalle está en la resonancia, los medios, las redes, las comidillas que necesitan alimentarse. Y mediatizar el acoso crea mucho morbo, audiencia y rating.

Una verdadera víctima de acoso debe proceder seriamente lo más pronto posible, un depredador debe hacer consciente su voracidad y un medio no puede alzarse como el paladín de la justicia cuando su motor fundamental es la información (el morbo) y no la impartición de justicia. Aunque los encargados de eso también sean muy cuestionables y cuestionados.

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