Vamos al Ángel, decían los comentaristas de televisión al aire mientras se celebraba la entrega noventa de los Óscares y se acercaba el momento para las categorías de mejor dirección y mejor película que parecía cantado para Guillermo del Toro y su película La Forma del Agua. Después de salir bien librado en las últimas semanas Del Toro de varias polémicas de plagio, desde un corto de estudiantes de cine holandeses hasta una secuencia que reclamaba como suya Jaen Pierre Jeunet de Delicatessen.
Contrario a las costumbres nacionales asumidas, Del Toro no se quedó en el ya merito: ganó. Incluso a pesar de que muchos reconocían mayor calidad en otras películas para proclamarse como la mejor como Tres anuncios para un crimen del dramaturgo Martin McDonagh.
Ganó Del Toro por absoluto mérito propio y de su equipo de trabajo, como alguna vez ya lo describieron otros mexicanos galardonados como Cuarón o Iñarritú, nadie niega sus raíces ni su amor por la tierra natal sólo que justo para alcanzar esos méritos tuvieron que salir del país y entregarse a los estándares del cine de Hollywood, igual de respetable que los artistas o creadores que deciden no salir de su país y seguir creando.
Cada quién tiene la plena libertad de decidirlo, pero es innegable que las condiciones laborales mejoran en el condado de los Ángeles, en el suburbio de Hollywood si te ciñes al canon. Ellos decidieron ceñirse al canon y ser parte de los rituales de la industria norteamericana de cine.
Como Hollywood domina salvajemente y con prácticas mercenarias el mercado global del cine tiene que sostener su industria a partir de la gran industria de la promoción, en este caso muy específico el negocio de un programa de televisión de cuatro horas que compite con los grandes eventos deportivos. Que tiene como objetivo principal elevar sus niveles de audiencia televisiva como evento anual y a su vez elevar los costos para los anunciantes. Además de seguir controlando la hegemonía del entretenimiento a nivel global. Sin que eso signifique que es lo mejor del cine mundial, se premia a lo exhibido en Los Ángeles, nada más.
Y no por nada los pilares de control global de Estados Unidos son las armas y el cine.
Las amenazas nucleares, el control de la información, y el entretenimiento a gran escala van de la mano. Imposible dejar que otro canon crezca y se establezca. Las películas se hablan en inglés y se producen en el condado de los Ángeles en California y desde ahí se controlan los mercados a través de la distribución y exhibición con el dinero de grandes inversionistas globales, más el visto bueno y la supervisión de Wall Street.
Sólo dos industrias locales le compiten de tú a tú a Hollywood, Corea del sur y la india. Salvo esos dos países, Hollywood no deja respirar a las industrias locales. En México tiene sus representantes muy bien establecidos a través de las distribuidoras grandes y sus socios locales: los exhibidores que dominan el mercado. El dinero para que esos exhibidores controlen viene del mismo lugar: Wall Street y en consecuencia son socios naturales. No por nada México es el cuarto mercado global para las majors estadounidenses. Esa es la razón por la que se priorizan los estrenos de Hollywood por encima del cine local, son parte de los mismos intereses y no tiene que ver nada con nacionalismos o la búsqueda de crear una industria local.
La capacidad y talento mexicano está demostrado, mientras sirva al sistema de estrellas global, tendrá su reconocimiento. Si pretende competir al tú por tú, cuidadito, hay que asfixiarlo antes y no dejarle más opción que quedarse un poco enano o crecer hacia las estrellas de California en la medida que sirvan y trabajen para la industria norteamericana.
La batalla debería ser la búsqueda permanente por conquistar el mercado interno con calidad y espacios de exhibición. Aunque el salvajismo de Hollywood y sus sicarios financieros defiendan sus altos costos y la recuperación a toda costa a nivel global, donde no permiten competencia ni en territorio ajeno. Habrá que dar la batalla desde la creación de una verdadera industria. Si los tres compadres regresaran a hacer cine latinoamericano tal vez ayudaría a fortalecer esa industria local tan necesaria.