Aún está por verse, la verdadera competencia por la presidencia de la República Mexicana está entre AMLO y la efectividad de los mecanismos del fraude electoral y la capacidad para contener la reacción a partir del 2 de julio. Al parecer no hay más competencia que esa. Andrés M. o El Fraude. No van a dejar de intentarlo aunque sea para instalar una mayoría en el congreso. Pero no hay que dar todo por hecho, aún a estas alturas.
El sistema oficial lo va a intentar ¿por qué no? Ya no tiene más que perder y si pasa como lo sucedido en el Estado de México durante su elección, le van a apostar al olvido una vez controlado el escándalo. La efectividad del fraude sigue latente, no se puede dejar de lado. Es una maquinaria engrasada durante años y ahora más que nunca parece que hay que ponerla en movimiento. Aunque sea para intentar controlar el congreso y decir no a todo lo que propongan desde el ejecutivo.
Al parecer ya no hay contrincantes directos, no por la efectividad de AMLO sino por el hartazgo generalizado de incompetencia, corrupción, malos manejos, inseguridad y acuerdos cupulares de los partidos en el poder y sus socios. No es que AMLO lo está haciendo bien, de hecho en los debates su incapacidad se ha notado mucho, lo efectivo es que se nota el desprecio de los apostadores del liberalismo para dejar todo como está y seguir administrándolo. Y parece que sigue sin importarles. Ya ni siquiera pueden maquillar la abrumadora corrupción y los acuerdos cupulares. Lo malo es que el paso a lo judicial tampoco ofrece garantías de justicia.
Pero en la gran mayoría existe tal enojo que está dispuesto a llevar a la presidencia a uno de los personajes más satanizados de los últimos años. Lo que no ve la crítica superficial es que lamentablemente el cambio no será de raíz o tan radical como muchos esperarían para poder resolver los grandes problemas de transformación de México.
El modelo económico mexicano va acorde al sistema financiero occidental global, no puede salirse demasiado del recetario porque está encorsetado. De las últimas acciones de gobierno de Peña Nieto fue una renovación anticipada, en diciembre pasado, de una línea de crédito por 321 mil millones de pesos con el Fondo Monetario Internacional que mantiene las reglas del juego de hipotecar a un país con sus recursos naturales e infraestructura.
Los cambios de fondo tendrán que seguir esperando a una sociedad más madura que exija y acompañe los cambios significativos en contra de la corrupción y desigualdad.
En tema de seguridad puede ser la bandera que más legitime al gobierno del cambio, logrando acuerdos que muestren el control de índices de homicidio, secuestro y ayuden a reafirmar su propia imagen.
La moneda está en el aire, lamentablemente el árbitro de la contienda no genera mucha seguridad pero esta polarización social entre chairos y derechairos está llegando a sus límites con la aparente resignación de la llegada de López Obrador.