Netflix abrirá oficinas locales en la Ciudad de México. La oficina para Latinoamérica era manejada desde su sede en California, EE.UU. Pero se acaba de anunciar una oficina en la Ciudad de México con todo y producción de 50 títulos de contenido original de Netflix México. Netflix hace base en México.
Esto podría ser una grata noticia si un generador de contenidos estimulara la competencia de forma limpia y la producción local. Pero el crecimiento exponencial, sobre todo económico y financiero de la plataforma digital, tiene su éxito financiero gracias a la ingeniería fiscal que utiliza paraísos fiscales, donde el objetivo es evadir impuestos a gran escala. Es decir, evita tributar localmente, o lo hace sólo en una mínima parte, y a su vez genera ganancias reinvirtiendo lo que evade a través de estrategias de interés compuesto que vuelve su crecimiento financiero exponencial.
La dirección de facturación de tu cuenta de Netflix está en Los Gatos, California, e inmediatamente se traslada a una entidad bancaria en Holanda, entidad considerada paraíso fiscal en Europa para tributar cero, cero dólar. Tal como lo hace Amazon, Google, Facebook, Spotify, entre otras empresas digitales en distintos paraísos fiscales alrededor del mundo.
Esto ha generando un crecimiento extremadamente acelerado que alimenta las ambiciones voraces casi de manera lógica.
Netflix se ha obsesionado con ser la nueva major (meiyor) de la comarca. Las majors son las empresas globales de entretenimiento que controlan el mercado global desde Hollywood. Incluso con prácticas de lobby trasnacional que asfixian las industrias locales. Monopolios globales tolerados o disfrazados de competencia que controlan sustancialmente el mercado global del entretenimiento y particularmente el mercado del cine.
Netflix quiere ser la major número 6 y tener un gran pedazo del pastel. Junto a Disney, Fox, Warner, Sony y Universal.
La novedad es que los contenidos de Netflix y su compra de contenidos es exclusivamente para su plataforma de streaming y sus estrenos cinematográficos que también se realizan on line han entrando en franca controversia con las convenciones cinematográficas del cine en salas de pantalla grande.
Los primeros en entrar en duda fueron los grandes festivales de cine. Sobre todo por ser una discusión novedosa gracias a los cambios tecnológicos. Cannes dudó el primer año de la controversia y aceptó estrenos para la plataforma en la competencia oficial, al siguiente año puso fin a la duda negándole la participación a las películas inscritas a la competencia que serían estrenadas en la plataforma digital. Entre ellas ¿qué película estaba? Roma de Cuarón.
Roma quedó fuera de la competencia oficial de Cannes 2018 y del certamen por ser un estreno que iba directo a streaming. A partir de ahí (Cannes 2018) parece que Netflix y los creadores de Roma se lo tomaron muy personal y entraron en una campaña de lobby gigantesca para hacer de Roma un fenómeno cinematográfico global a punta de millones de dólares. Decimos esto sin cuestionar ningún mérito técnico ni de trascendencia cinematográfica de la película.
Netflix decidió hacer de Roma su Caballo de Troya para plantarse en Hollywood como el nuevo jugador de moda. Y lo va logrando.
Y justo en este punto es donde entra el cuestionamiento de sus prácticas “permitidas” pero poco legales. Utilizar paraísos fiscales es casi como lavar dinero. Es dinero que se reinvierte casi al infinito y que genera enormes cantidades de rentabilidad. Con estas prácticas Hollywood ha controlado el entretenimiento occidental durante el siglo XX y ahora Netflix lo quiere lograr en el siglo XXI.
Este tipo de prácticas es lo que ha permitido que la brecha de la desigualdad se ensanche casi sin remedio. Esto hace que se creen gigantes globales y como consecuencia enanos locales. Las industrias locales de cine no crecen y hay muchos desempleados por no haber solidez en la producción industrial e impiden su desarrollo asfixiando sobre todo la exhibición y el modelo de recuperación de inversión en el cine.
Pasa entre las personas, la desigualdad, y pasa entre las empresas. Las industrias locales en la mayor parte del mundo no crece por esas prácticas y por ese control casi de sicariato de las majors y Netflix quiere entrarle a ese juego del entretenimiento global o ya está instalado ahí con prácticas desiguales.
Y ya mejor no hablamos de ese monopolio que se cierne sobre nuestras cabezas casi de manera silenciosa entre Disney y Fox, que trae muy preocupados a todos por temas deportivos, en particular del fútbol por televisión, pero las voces cinematográficas locales parece que no se han enterado y que no dimensionan la brutalidad de control de mercado que eso representa para el cine.