La desilusión viaja en tranvía.

Tradicionalmente los gremios profesionales de arte y cultura tienden a identificarse más con políticas progresistas que con políticas reaccionarias. No en una generalidad, pero sí en la mayoría de los países occidentales y en la mayoría de las relaciones que implican el vínculo Estado-Arte-Cultura-Desarrollo.

También la propia actividad creativa busca regularmente un bien común y el diálogo con el otro y con la sociedad, no en todos los casos y no como norma, pero hay una tendencia hacia la postura ideológica que pretende el bien común como las llamadas de izquierdas, que intentan inhibir las desigualdades lo más posible.

Las perspectivas de un cambio de gobierno en México, aparentemente más progresista, que se presentaba como la única opción del cambio real, hizo creer que el cambio radical era necesario y se apostaría masivamente por ello.

Más por desesperación y castigo que por convicción, se desbordaron los votos en 2018 hacia López Obrador. Con todo y los intentos de fraude por parte de quienes controlaban el Estado, AMLO se llevó la elección por una amplia mayoría que pedía a gritos un cambio, el cambio verdadero que enarboló en el discurso el mismo AMLO.

Muchos sectores de la sociedad mantienen su desconfianza y franco odio a la nueva opción en el gobierno. Se calcula en las encuestas de aceptación, realizadas por los principales diarios de circulación nacional, un 20% de la población mexicana no está satisfecha con el nuevo gobierno.

El gremio artístico y cultural en gran parte apoyó la idea del cambio y la idea de un gobierno progresista. Que sin duda en sus planteamientos de justicia social y humanismo, el arte y la cultura son herramientas indispensables en planteamientos de izquierdas.

En varias ocasiones durante la campaña presidencial, López Obrador habló de la magnitud de la cultura mexicana y mesoamericana como el gran salvador del país en sus momentos históricos más difíciles. Colocando a la cultura en un lugar privilegiado de la identidad nacional. Incluso en su discurso de campaña, tocando temas de seguridad, habló de cultura y educación como motores de la transformación y pacificación del país.

Con bombo y platillo ganó la elección y aires de cambio se dejaron sentir a lo largo y ancho del país en un inicio que llamaban ese momento histórico la tersa transición y la luna de miel con la sociedad. El gabinete empezó a operar prácticamente al otro día de la elección con el llamado gobierno de transición que de inmediato dictó la agenda.

Desde que se habló de Alejandra Fraustro como cabeza de la Secretaría de Cultura se echaron las campanas al vuelo por su discurso pacificador y por la visión de la cultura como motor de cambio y sin la visión asistencialista con la que se le ha tratado desde los recientes gobiernos.

Se polemizó mucho con la figura de Taibo II como cabeza del Fondo de Cultura Económica (FCE) y como abanderado de un gran plan nacional de lectura. Es quien más ha tenido presencia mediática en temas de cultura y más por los escándalos realizados casi como actos de propaganda, que como verdadero plan nacional. Tal vez por la figura en sí misma es el programa más mediático en temas de cultura, el fomento nacional de la lectura al estilo Taibo II.

Prácticamente duró seis meses la transición y el gobierno de la Cuarta Transformación dictaba la agenda desde su sede. Desdibujando y casi nulificando al gobierno que salía.

El primer gran acto del cambio de gobierno fue abanderado con mucho orgullo por un proyecto de Cultura. La transformación de la casa oficial de Los Pinos en el gran centro cultural del pueblo de México. Se realizó una toma simbólica abriendo el espacio al público en general sin costo alguno, más que para actividades culturales para evidenciar la opulencia de los gobiernos anteriores. Con todo y #Romatón donde se abarrotó uno de los helipuertos de la residencia oficial de Los Pinos para proyectar la película Roma como parte de su promoción masiva para la carrera a los Óscares, que dicho sea de paso fue una inversión global de promoción de Netflix por aproximadamente 25 millones de dólares para presionar su entrada a Hollywood.

En el camino de la euforia por el nuevo gobierno, comenzaron las desilusiones. Sucedió el primer revés para el arte y la cultura de manera directa,el anuncio del futuro presidente de la comisión de cultura en la cámara de diputados por parte de un integrante del partido conservador de la coalición Juntos Haremos Historia, el PES, que luego se corrigió sobre la marcha para poner a la Comisión de Cultura en manos de un personaje de Morena de la misma dudosa procedencia, un “actor” afín a los proyectos de Televisa asociado más a los programas de escándalo y de espectáculos que al arte y la cultura.

Este nombramiento fue el primer síntoma que inició la verdadera visión del arte y la cultura del nuevo gobierno y su Cuarta Transformación. Y ni qué decir de las mesas de diálogo de cultura que pasaron sin pena ni gloria.

Y de ahí comenzó poco a poco el absoluto desencanto y la desilusión entre las comunidades artísticas del país.Continuó con la crítica sin fundamento a los becarios del FONCA hasta la polémica declaración de López Obrador de la desaparición de los estímulos fiscales en artes que provocó otro tsunami de tuits que lo obligó a desdecirse el mismo día por la tarde y corregir para aclarar su no desaparición.

Parece ser que con el anuncio de la creación de la nueva Cuarta sección del Bosque de Chapultepec, se confirma la continuidad de una visión asistencialista del arte y la cultura, anexa y sin ser rectora verdadera como se planteó en campaña. Una visión decorativa contemporánea del espacio público encabezada por un artista nacional conocido que no va a cobrar por sus servicios, esa visión del arte y la cultura en donde no se cobra por el trabajo y ya el simple hecho de dar espacio para la creación es paga suficiente. Malos hábitos que repercuten en una visión equivocada de la labor artística..

Por otro lado el programa de Misiones Culturales encabezado por la Secretaría de Cultura y como gran apuesta nacional, mantiene un tono asistencialista y de ayuda como subsidio más que acciones directas donde la actividad artística se aleje de la recreación y de la administración del tiempo libre. Parece que hay que seguir presionando para que el arte y la cultura sean parte fundamental del desarrollo, incluso económico de una sociedad, sin que eso signifique mercantilizar la cultura y el arte y dejarla al vaivén del libre mercado. Habrá que lograr que el arte y la cultura represente mínimo el 1% del PIB nacional que se recomienda como indispensable dentro de una sociedad que busca prosperar de manera integral.

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